Quién soy


Tengo veintidós años. Nací en Lima, Perú; no obstante, la mayor parte de mi infancia, muy alegre aunque fugaz, tuvo lugar en la provincia de Cajamarca. Después de transcurrir un año adicional en la pequeña y asaz de cálida localidad de Chincha, retorné a mi ciudad natal, Lima, en la cual, finalmente, di por terminada la interminable etapa del colegio, para pasar a graduarme a continuación de mis estudios de Comercio Exterior.

Si bien, durante todo ese período, me mantuve siempre en constante devaneo y experimentación con el universo tan vibrante de la música, en especial con la escritura de innumerables letras de canciones (a las que, ¡ay de mí!, si soy sincero, nunca me tomé el debido tiempo de componerles melodía u acompañamiento), no sé cómo no llegué a darme cuenta, por más obvio que entonces fuera, de que mi vehemente pasión residía más bien en la expresividad y liricidad del mismo texto, en otras palabras: en la prosa y en la poesía... y aún no pude caer en ello sino hasta que Dios plegó de introducirme en la inigualable belleza del Siglo de Oro Español.

Primero fue el agudísimo Cervantes; casi al instante, conocí la mansa pureza de las églogas de Garcilaso, quien nos dejó tales versos en belleza inmejorables; al poco rato, leía ya a Fernando de Herrera, a Lope de Vega y a Santa Teresa. Y, de forma inevitable, cada lectura encendía en mí una voraz llama, un vivo deseo de seguir leyendo y, aún más: ¡de buscar y expresarme yo también a través del estro poético! Cuando, no mucho después, la senda de mi incandescente avidez poética me llevó al extranjero y, en aquellas distancias, me topé con Dante, Shakespeare y Petrarca, ya no pude resistir más: me consumió el ardor de aquel fuego.

Desde entonces, no doy vado a mi peregrino, voraz e incontrolable ingenio... o, mejor dicho, es él quien no me da descanso: escribo a diario, ya prosa ya verso, y, así mismo, leo sin falta, con el afán de aprender de los mejores e ínclitos maestros y, de esta manera, merced a Dios y a ellos, con humildad de corazón sincera, desatar con cada letra el nudo que me ciñe a mi aún vigente aunque tierna inexperiencia.

Hace poco publiqué mi primera novela: "El Poeta y la Ilusión", una amorosa alegoría en donde entremezclan la prosa y la poesía. Así como ella, muchos más de estos frutos esperan ver luz en los venideros meses y, si Dios quiere, también en los venideros años. Estoy seguro de que nos encontraremos, al igual que ahora, en el próximo de ellos.


Hasta entonces.
Vale


Toni Vásquez Ralli

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