El Descendimiento, Óleo sobre Tabla de Rogier van der Weyden: Pintura y Análisis.
«Una espada te atravesará el corazón». (San Lucas 2, 35) El anciano Simeón era un hombre justo, sabio y santo, por lo mismo que Dios lo premió con el Espíritu Santo. Sucedió entonces que, el día en que María y José llevaron al niño Jesús al Templo para presentarlo al Señor, tan pronto como el anciano profeta vio al joven Mesías, lo tomó en brazos y, en un transporte de alegría, se deshizo en alabanzas hacia Él y dio mil gracias al Cielo por habernos enviado la salvación del mundo entero. María y José se hallaban admirados, como no podía ser de otra manera; y, aún en este estado, recibieron ellos también las bendiciones de aquel sabio tan amable... sin embargo, allí no concluiría este singular episodio. De pronto, Simeón se dirigió a la Virgen e, inesperadamente, le descargó aquella fatídica profecía: su corazón de madre sufriría el dolor de una espada. Muchos años después, cuando Jesús contaba ya con treinta y tres años, la profecía finalmente se cumplió: María vio cómo su Hi